Relato de Oscar Iglesias «Cocinando a la soledad»
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En esta ciudad tan ruidosa, sin embargo muchos como Marcos sólo ven silencio, Marcos un hombre de 42 años, persona soltera, con un trabajo mal pagado y precario, Marcos recordaba movimientos felices, con los ojos aguados recordaban los buenos tiempos con sus amigos, ese silencio entre tanto ruido, Marcos se sumía en ese eco vacío.
Sus amigos, aquellos con quienes compartía risas, sueños y noches de juerga, habían comenzado a tomar caminos diferentes. Uno a uno, fueron encontrando a esa persona especial, esa pieza que parecía encajar a la perfección en el rompecabezas de sus vidas. Primero fue Andrés, el eterno soltero, que cayó rendido ante los encantos de Sofía. Luego, Laura y Daniel, que después de años de amistad descubrieron que lo que sentían era algo más profundo. Y así, el grupo se fue transformando, integrando nuevas parejas, nuevas historias.
Marcos se alegraba sinceramente por ellos. Verlos felices le llenaba el corazón de una alegría genuina. Pero, al mismo tiempo, una punzada de melancolía se instalaba en su interior. Él también anhelaba encontrar a alguien con quien compartir sus días, sus noches, sus silencios.
Las invitaciones a cenas y reuniones se hicieron más frecuentes, y Marcos las aceptaba con una sonrisa, aunque a veces se sentía como un espectador en un teatro donde todos los demás interpretaban el papel principal. Las conversaciones giraban en torno a planes de futuro, nombres de bebés y anécdotas de la vida en pareja. Marcos asentía, escuchaba con atención, pero sentía que su propia historia se quedaba en pausa, esperando un nuevo capítulo que no terminaba de llegar.
Una noche, después de una de aquellas cenas, Marcos regresó a casa y se sentó en sofá, miró las fotografías que tenía en las estanterías y sintió con mucha ansiedad que tiempo pasaba implacable, recordando cada día que no encuentra pareja, que su soledad no es elegida, que se conforma aunque sean amistades especiales, de pronto tomó su teléfono y estuvo a punto de escribir a alguno de sus amigos, pero se detuvo. ¿Qué les digo? ¿Cómo les digo el vacío que tengo dentro?
Desistió de ello y cogió un libro de poemas y comenzó a leer, a ver las palabras de otros, que han soportado la soledad y la búsqueda del amor, le han brindado un consuelo que no se esperaba. Ahí vio que no está solo en su sentir, que había mucha gente en el mundo que comprendían esa necesidad de conectar con alguien, la necesidad de un alma gemela o bien alguien con quien poder sentirse a gusto al menos.
Marcos cerró el libro y se levantó de su sofá, miró por la ventana, era de noche. Entendió que la vida es una experiencia personal y cada cual tiene su historia, su tiempo y su ritmo, aunque se sabe sólo, también comprendió que hay gente que tiene su mismo sentimiento.
Decidió que al día siguiente se apuntaría a clases de cocina, algo que siempre había querido hacer. Tal vez allí conocería a alguien, tal vez no. Pero al menos estaría haciendo algo por sí mismo, algo que le apasionaba. Y quizás, en ese camino de autodescubrimiento, encontraría también el amor que tanto anhelaba. Porque al final, la vida es eso, una búsqueda constante, un aprendizaje continuo, una aventura que vale la pena vivir, incluso en soledad.
Y se le encendió la bombilla, había un curso de cocina en el Centro Cultural de su barrio y decidió sin dudarlo apuntarse, a lo mejor en ese curso conocería a esa persona que le haría feliz, ¿Quién sabe? Por lo menos estaría haciendo algo por el mismo, algo que me encantaba además, porque a Marcos le encanta cocinar, tal vez ahí conocería el amor de su vida y tal vez amistades especiales, la vida es, es una busqueda constante, aprendizaje continuo, la vida es una aventura, un reto y una lucha, al menos Marcos irá con la satisfacción de haber luchado por su felicidad, y la felicidad también podría ser laboral.
Y años después, así fue, su vida cambió, ahora es un chef prestigioso de un conocido restaurante y se casó con una compañera que conoció en el curso y ambos trabajan juntos, la felicidad se puede encontrar en cuanto menos uno lo espere.