GRITA
Amor, llegado que hayas a mi
fuente lejana,
cuida de no morderme con tu
voz de ilusión:
que mi dolor oscuro no se muera
en tus alas,
que en tu garganta de oro no se
ahogue mi voz.
Amor —llegado que hayas a
mi fuente lejana
sé turbión que desuella,
sé rompiente que clava.
Amor, deshace el ritmo
de mis aguas tranquilas:
sabe ser el dolor que retiembla
y que sufre,
sábeme ser la angustia que se
retuerce y grita.
No me des al olvido.
No me des a la ilusión.
Porque todas las hojas que a
la tierra han caído
me tienen amarillo de oro el
corazón.
Amor —llegado que hayas
a mi fuente lejana,
tuérceme las vertientes,
críspame las entrañas.
Y así una tarde —Amor de manos
crueles—,
arrodillado, te daré las gracias.
Pablo Neruda
(1904-1973)
Crepusculario (1923)