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Pedalear bajo la lluvia tiene ‘algo’. El frío en la cara, las gotas por las manos. La sonrisa a quien te mira desde su lata con ruedas porque no comprende lo que está pasando.

A la peña no le gusta conducir con agua, a mí me encanta montar en bici durante las tormentas.

Quizá ayude el hecho de que las ciudades se bloquean con el tráfico de los coches, y que la bici puede circular entre ellos como si los semáforos no estuviesen ahí.