Por fin conocí a mis jefes. Digo, en persona, ya saben, puro virtual. Me invitaron a un restaurante de cortes argentinos.
—Suculento —dije al final—, valió la pena romper años de veganismo. Se hizo el silencio un segundo hasta que estallé a carcajadas. Luego estallaron también. Alguien tenía que romper el hielo.